Los objetos de las producciones cinematográficas más célebres conviven con una nueva narrativa de la industria en el centro inaugurado en Los Ángeles
En febrero de 1915, una película proyectada en el Auditorio Clune, en el centro de Los Ángeles, puso a aplaudir a rabiar a los 1.000 asistentes. Los espectadores, según los periódicos de ese día, saltaban en las butacas y daban pisotones de emoción tras una función de tres horas acompañada con una orquesta de 40 músicos. Era El nacimiento de una nación, la cuestionada película que coloca como héroes a los integrantes de Ku Klux Klan. Su proyección en la Costa Oeste fue la primera toma de temperatura de la película semanas antes de su estreno oficial en Nueva York, cuando se convirtió en un éxito e hizo a su director, D. W. Griffith, una de las primeras leyendas para una industria naciente, años antes de que se consolidaran los grandes estudios de Hollywood, como Paramount, MGM, Fox, RKO y Warner Bros.
A unos cuantos kilómetros del hoy desaparecido teatro, propiedad de uno de los inversores de la película de Griffith, abrió sus puertas hace unas semanas el Museo del Cine de la Academia. El edificio, en el cruce de las calles de Fairfax y Wilshire, promete convertirse en un nuevo lugar de peregrinación para los amantes del cine y los turistas de la ciudad, a metros del muy concurrido museo LACMA, en un edificio que fue una tienda departamental hasta 1992. El rediseño, iniciado en 2015, estuvo a cargo del taller del arquitecto italiano Renzo Piano, que conservó la fachada de estilo modernista de finales de los años treinta. El centro también cuenta con dos salas de exhibición de última tecnología: el teatro David Geffen, con 1.000 butacas, y el Ted Mann, que puede acoger hasta 288 espectadores para proyectar estrenos y ciclos de cine.